Vacaciones
Es el ocaso: el cielo azul muy oscuro, casi noche, pero aún puede verse la silueta de los árboles recortadas contra él; el aire está agradablemente tibio, el canto de los grillos es la música de fondo de la escena. Una luz tenue a nuestras espaldas permite ver nuestros rostros aún, como si estuviésemos alumbrados por luz de velas o de un fuego tenue.
Estamos sentados alrededor de una mesa, ya algo dispersos; hemos comido algo hace unos minutos. Es un momento, que puede irse como tantos, registrado apenas en el resumen violento de "ricas vacaciones" o "tranquilas las tardes". No lo permitiré, pienso, y respiro profundo. "Videando", me digo, y me pongo en presente entero; respiro hondo y veo, escucho, huelo, siento este cruce entre el tiempo y la eternidad.
Hemos empezado a rezar. Recuerdo una escena de El Gatopardo: el rezo del rosario, la letanía que se pierde en la bruma de la tarde. Seguramente no es así el texto.
"Videando".
Lo tengo todo, o casi todo: a mi lado está mi madre, 84 años, bella; veo su perfil, sus ojos cansados y extrañamente juveniles, oigo su voz. Está dirigiendo el rosario mientras mira el horizonte y, a veces, a nosotros. Veo a mi linda hermana Marcela, con su hijo Joaquín en sus brazos, regalón de 7 años, que también recita el Ave María; ellos están un poco más allá, hacia mi derecha y al frente, al otro lado de la mesa; Joaquín tiene en sus manos un juguete. Al lado de mi madre está mi tío, El Nene, hermano de mi padre. Más allá mi hermano Ricardo, dibujando y escuchando música, ajeno a la oración, pero presente como siempre. A mi izquierda Anneliesse, apoyada en mi hombro. Mi padre ha querido acostarse temprano hoy; está agotado y feliz. Mi hijo Mario y su novia Reili, de paso por Chile, se han retirado recién.
La imagen es vívida y tengo el olor de la tarde, la tibieza y el frescor del viento, los sonidos siempre lejanos que hay en el campo, nuestras voces calladas.
Lo tengo.
Ese instante es eterno, y recordarlo me trae de vuelta la paz de ese momento bendito, la gratitud por haberlo vivido, por todos ellos que son una parte de mí. La gratitud por haberme despertado a tiempo, por no dejarlo escapar, por atesorar ese regalo que me hacía la vida una vez más.
Lo recordaré siempre.
Vale.
Estamos sentados alrededor de una mesa, ya algo dispersos; hemos comido algo hace unos minutos. Es un momento, que puede irse como tantos, registrado apenas en el resumen violento de "ricas vacaciones" o "tranquilas las tardes". No lo permitiré, pienso, y respiro profundo. "Videando", me digo, y me pongo en presente entero; respiro hondo y veo, escucho, huelo, siento este cruce entre el tiempo y la eternidad.
Hemos empezado a rezar. Recuerdo una escena de El Gatopardo: el rezo del rosario, la letanía que se pierde en la bruma de la tarde. Seguramente no es así el texto.
"Videando".
Lo tengo todo, o casi todo: a mi lado está mi madre, 84 años, bella; veo su perfil, sus ojos cansados y extrañamente juveniles, oigo su voz. Está dirigiendo el rosario mientras mira el horizonte y, a veces, a nosotros. Veo a mi linda hermana Marcela, con su hijo Joaquín en sus brazos, regalón de 7 años, que también recita el Ave María; ellos están un poco más allá, hacia mi derecha y al frente, al otro lado de la mesa; Joaquín tiene en sus manos un juguete. Al lado de mi madre está mi tío, El Nene, hermano de mi padre. Más allá mi hermano Ricardo, dibujando y escuchando música, ajeno a la oración, pero presente como siempre. A mi izquierda Anneliesse, apoyada en mi hombro. Mi padre ha querido acostarse temprano hoy; está agotado y feliz. Mi hijo Mario y su novia Reili, de paso por Chile, se han retirado recién.
La imagen es vívida y tengo el olor de la tarde, la tibieza y el frescor del viento, los sonidos siempre lejanos que hay en el campo, nuestras voces calladas.
Lo tengo.
Ese instante es eterno, y recordarlo me trae de vuelta la paz de ese momento bendito, la gratitud por haberlo vivido, por todos ellos que son una parte de mí. La gratitud por haberme despertado a tiempo, por no dejarlo escapar, por atesorar ese regalo que me hacía la vida una vez más.
Lo recordaré siempre.
Vale.
6 Comments:
no dejes que se te escape: momentos asi nos alimentan para siempre. saludos!
Oiga
Estoy de pasadita sólo para saludar, en mi block le explico por qué no había aparecido... le dejo un abrazo y después paso con más calma.
El viejito
que retorna (ahora sí que sí)
de verdad una bendición,
gracias
NO escribes muy a menudo, pero cuando lo haces llenas la página.
Gracias por compartir esa intimidad con tus lectores!
Que sorpresa!! Que bueno saber que sigues vivo.
Yo, al menos, mientras escriba, lo seguiré estando.
espero que todo marche bien en tu vida y que pronto vuelvas a escribir: se te extraña.
Y sip, se me adelantaron con hemigway, y la verdad que la edición es bastante buena: al menos yo la compré y me tiene bastante satisfecho, por lo que dudo que yo lleve a cabo mi proyecto, en el corto plazo.
espero leerte pronto
un abrazo, donde sea que estes!
Siempre es un placer leer tus escritos porque describis muy buen las situaciones. En este momento yo te escribo, también desde mis vacaciones en los apartamentos en rosario con una vista impresionante de la ciudad
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